Cuando se sufre un infarto cardiaco, millones de células del corazón mueren, y esa parte de tejido, de músculo cardiaco, queda inutilizable. De hecho, si queda inerte mucho tejido y el corazón no puede contraerse lo suficiente, se produce la muerte. En España, se cuentan más de 115.000 infartos al año (en datos del 2013). En la gran mayoría de los casos, hoy el paciente no muere en el infarto porque ha mejorado mucho la atención médica dirigida a tratarlo lo más rápido posible, para reducir el daño en un órgano vital; aun así, se registran una media de 92 muertes al día sólo por infarto y angina de pecho (sin contar por insuficiencia cardiaca y otras dolencias cardiovasculares).

Desde hace casi 20 años se investiga cómo recuperar ese tejido cardiaco que muere en el infarto, lo que supondría un paso muy relevante en la medicina cardiovascular. Se depositaron grandes expectativas en la entonces incipiente medicina regenerativa, en la capacidad de las llamadas células madre, las que generan nuevo tejido. Ahora, un tratamiento va un paso más allá y mezcla células madre e ingeniería de tejidos. Ya ha dado buen resultado en ensayos con animales y abre otra prometedora vía para

Un equipo médico-científico catalán, dirigido por Antoni Bayés-Genís, responsable del Institut del Cor del hospital público Germans Trias i Pujol de Badalona, ha creado una especie de parche celular que se coloca en el área dañada del corazón infartado y ha constatado que logra reducir esa zona infartada en torno a un 35%.

Hasta hace unos pocos años se creía lo contrario, pero el corazón se regenera de manera natural, cambia casi la mitad de sus células durante toda la vida. Lo que ocurre es que, cuando se produce el infarto –en que una arteria queda obstruida y deja de irrigar tejido cardiaco–, mueren tantas células en un instante que el corazón no puede regenerarse solo.

Tras el infarto, cuanto mayor es la zona dañada (en la que el músculo cardiaco no se contrae), más capacidad cardiaca se pierde, lo que lleva a la insuficiencia cardiaca crónica y aumenta el riesgo vital. Igualmente, el tejido muerto forma una cicatriz de colágeno, que se puede dilatar y favorecer la aparición de arritmias. Tales riesgos se podrían reducir si se regenerara el tejido muerto.

“Nos planteamos: ¿cómo puede ser que no haya alternativa a que una vez que una parte de tejido deja de latir no se recupere?”, señala Bayés-Genís. “Hasta ahora, lo que se ha hecho ante el infarto es reducir el riesgo, prevenirlo actuando para reducir los factores de riesgo, como el tabaquismo o la hipertensión; mejorar la detección de los síntomas y acelerar la atención médica para que la fase aguda sea lo más corta posible, y su efecto, menor. Lo que no es poco. Pero nosotros queremos ser más proactivos todavía, recuperar tejido cicatrizado, lo que sería un cambio de paradigma en el tratamiento del infarto”, añade el cardiólogo.

Para lograrlo, el equipo médico-científico utiliza un fragmento de tejido cardiaco (de pericardio humano de donante), lo descelulariza (se eliminan las células del donante) y lo emplea a modo de matriz para recubrirlo de células madre (de las llamadas mesenquimales de cordón umbilical).

Este parche se coloca, mediante una operación quirúrgica, encima de la parte de corazón dañada, y se ha observado que en unas semanas se integra en ese tejido cardiaco dañado y parte de este se reaviva: vuelve a haber angiogénesis (se crean vasos sanguíneos que irrigan el tejido). En un par de meses, las células madre del parche ya consiguen integrarse en el corazón dañado y mejorar su contractilidad.

Creo que estamos preparados para aplicar el tratamiento a personas, después de unos 15 años de trabajo y muchos ensayos con animales”, avanza Bayés-Genís.

 

Fuente: Magazine Digital, Agosto 2017